Ya hemos estado hablando de Zoomarine y de Quinta do Lago entre otros, pero el Cabo de San Vicente es visita obligada. Tanto si se va con niños como si no.

A mi este lugar me impactó. Os lo juro. Creo que he visto pocos atardeceres tan magníficos como este.

Este accidente geográfico está situado en el extremo sur de Portugal y cuenta con una fortaleza y un faro. Pero lo más llamativo es sin duda la fuerza de la naturaleza en esta zona, en especial el viento y el mar.

Los acantilados que se han formado en esta zona son sencillamente espectaculares. Es un auténtico estímulo para los sentidos y la mejor forma, sin lugar a dudas, de disfrutar de una tarde respirando aire puro.

Aunque la zona es bastante segura para el paseo y cuenta con un camino en perfectas condiciones, en algunos tramos del recorrido no existe protección alguna. Por ello, si vais con niños, conviene echarles un ojo de más y estar muy pendientes.

Lo cierto es que se trata de una zona de muy fácil acceso desde el coche ya que cuenta con un amplio aparcamiento. Aún así, conviene llegar con algo de tiempo antes del atardecer porque muchos turistas acuden a esta hora para ver la caída del sol.

Es muy habitual encontrarse con fotógrafos profesionales armados con grandes equipos con el fin de capturar lo bravo que se pone el mar en esta zona.

También es habitual ver a los pescadores que pasan la tarde casi colgando de los acantilados.

El paseo por el cabo de San Vicente es muy muy agradable. Aún así, o aunque vayas en plenos verano, el viento en esta zona suele soplar muy fuerte por lo que es conveniente que lleves alguna chaqueta.

También debes llevar calzado cómodo.

El del Cabo de San Vicente ha de ser un camino que se disfrute sin prisas. Hay que degustar cada paso poniendo la vista en el horizonte. Allí donde se extiendo el Atlántico y por donde se esconde el sol cada día.

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